La piel es el órgano más grande de nuestro cuerpo y el conjunto de microorganismos que habitan en él, forman la microbiota de la piel o flora cutánea. Actúa como capa protectora del exterior, controlando posibles daños físicos e inmunológicos
Así como en el intestino, en los genitales o en la boca hay una comunidad de microorganismos que habitan allí, también es el caso de nuestra piel. La microbiota de la piel o flora cutánea se distribuye a lo largo de todo nuestro cuerpo, es el órgano más grande y es nuestra primera fila de defensa.
La piel tiene funciones muy importantes ya que es lo que separa nuestro interior del exterior. Por un lado, intenta evitar la penetración de sustancias nocivas del exterior; y por otro, intenta retener lo que nos es de provecho como la hidratación. Así pues, tiene funciones relacionadas con la sensibilidad, el mantenimiento de la temperatura, el sistema inmunológico, la foto-protección, entre otros.
Los microorganismos que habitan ayudan a realizar estas funciones con éxito. La microbiota o flora de cada persona es totalmente única, y en el caso de la piel, es muy variada y cambiando. Primeramente, la forman muchas más especias diferentes que la intestinal por qué es más compleja; cambia a lo largo de las diferentes partes del cuerpo ya que se adapta a sus necesidades; cambia mucho en función de las características de cada persona (edad, sexo, hábitos, entorno…) y a lo largo de la vida de la persona en concreto; los hábitos y las condiciones ambientales también pueden influir.
Exactamente de la misma forma que han aumentado los trastornos y alergias alimentarias, también lo han hecho los problemas dérmicos. Muchos están relacionados con la pérdida de diversidad microbiana producida por nuestros malos hábitos y el aumento de condiciones adversas en el exterior: exceso de higiene, consumo de antibióticos, sedentarismo, desequilibrios hormonales, estrés, falta de minerales, dietas desequilibradas, contaminación, exposición al sol…
Para restablecer el equilibrio de la microbiota de la piel tenemos que intentar mejorar nuestros hábitos más perjudiciales: intentar consumir menos ultraprocesados, hacer más ejercicio, evitar situaciones estresantes, etc. Además, nos puede ayudar utilizar los productos de higiene y cosméticos adecuados. Se recomienda usar siempre jabones con PH neutro, cosméticos con el mínimo posible de sustancias tóxicas, productos naturales, hidratarnos correctamente, protegernos del sol, etc.
Además, existen cosméticos que incluyen microorganismos beneficiosos que nos ayudan a recuperar el equilibrio de la microbiota de la piel o flora cutánea. Consumir habitualmente cosmética probiótica, hará que aumente el número de “bacterias buenas” y que, por tanto, se cumplan las funciones de la microbiota más eficientemente; igualmente, hará que haya un control superior sobre las “bacterias malas” o patógenos, evitando muchos problemas cutáneos habituales como infecciones, irritaciones, acné, hongos, olor excesiva, etc.
Un ejemplo de cosmética de este tipo es nuestra gamma de cosméticos probióticos Bioemsan que contiene diferentes ingredientes con microorganismos beneficiosos como el Manju, el calcio de coral, el polvo de cerámica alter-entorn, extractos de hierbas fermentadas o la sal del mar de Manju.